La palabra «perfume» deriva del latin per-fumum, que significa humo, vapor.
Los aromas de la naturaleza han acompañado al ser humano siempre: las flores, el mar, los árboles... todo comenzó en la prehistoria, el día que el hombre primitivo encendió una hoguera para calentarse o para alejar las fieras que pudieran acecharle y, por pura casualidad, encendió algunas ramas o resinas de un árbol y éstas comenzaron a desprender un olor agradable, un olor inédito que nunca antes había sentido nadie. “Quizás el hecho de encontrarla tan agradable y de que el humo se elevase directamente hacia el cielo, les hizo pensar en utilizarlo como ofrenda a las divinidades o a las fuerzas sobrenaturales que lo habitaban.
Sabemos que los Sumerios allá por el año 3500AC fueron los creadores de los primeros ungüentos y perfumes. Pero hay que esperar a la civilización del Antiguo Egipto para encontrar los primeros documentos gráficos sobre el uso de perfumes en sus dos principales vertientes: en primer lugar, con fines religiosos, como las ofrendas a los dioses y a los muertos; y en segundo lugar, con fines profanos, para embellecer y hacer más atractivos a los vivos, especialmente a las mujeres.
Todas las culturas avanzadas utilizaron perfumes: en China, el uso ritual del incienso propició hace casi tres mil años un período artístico basado en los braseros de bronce; por la misma época, también en la India se quemaba sándalo en honor de Buda.
Los adelantos inspirados en la alquimia, como los alambiques y otras formas de destilación, tuvieron una pronta utilización en perfumería, y ya en el siglo XI los árabes extraían aceites esenciales de las flores.
En nuestro blog Vezzo iremos escribiendo sobre las diferentes épocas de la historia de la perfumería.
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